El Tranvía de Jaén es una línea que se construyó para conectar el centro con el norte de la ciudad, con una longitud de casi 5 kilómetros en superficie y con 10 estaciones que conectan centros como la Universidad, el hospital y el área industrial y empresarial. Se comenzó a construir en 2009 y en 2011 ya estaba listo para entrar en servicio. Y hasta hoy.​

El tranvía comenzó en mayo de 2011 un periodo de pruebas y a los pocos días suspendió el servicio por orden judicial tras la denuncia de competencia desleal que puso la concesionaria de autobuses urbanos de Jaén ya que ofrecía el servicio de forma gratuita durante el periodo de pruebas. ​

El tranvía nunca ha vuelto a funcionar. En junio de 2011 se celebraron elecciones municipales y la alcaldesa socialista que había impulsado el proyecto, Carmen Peñalver, perdió frente al popular José Enrique Fernández de Moya, firme detractor, que anunció que no pondría en marcha el tranvía por su elevado coste para el Ayuntamiento si la Junta de Andalucía no se hacía cargo de los gastos.

En 2015, Fernández de Moya fue elegido diputado al Congreso y su hasta entonces concejal de urbanismo, Javier Márquez Sánchez fue nombrado alcalde. Este ha sido un importante punto de inflexión para el tranvía, ya que desde su elección, Márquez anunció su intención de retomar las negociaciones con la Junta para volver a ponerlo en servicio.

En 2016 el alcalde se reunió en varias ocasiones con Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía y comenzaron las negociaciones. En 2017 la Junta se comprometió a negociar un nuevo modelo de explotación conjunta entre ambas administraciones y el pasado mes de enero la Junta se compromete a sufragar el 40% del coste de la infraestructura. Al tiempo, la Diputación de Jaén accede a formar parte también del nuevo convenio de explotación asumiendo el 20% de su coste, por lo que el Ayuntamiento solo debe pagar el 40% restante.​

En muchos países de nuestro entorno sería muy difícil comprender que una infraestructura en la que se invirtieron más de cien millones de euros esté parada desde hace casi siete años, pero desgraciadamente en España abundan los ejemplos y no resulta tan sorprendente. Sin embargo, en este caso, parece que todavía hay alguna esperanza de que por fin el tranvía comience a moverse.

Como otras muchas infraestructuras españolas, esta va a ser deficitaria y el problema reside en quién se va a hacer cargo de la deuda. El acuerdo anunciado puede despejar este obstáculo. El déficit que prevé este acuerdo es de 1,8 millones de euros que es la cantidad que la Junta y la Diputación están dispuestas a asumir, una el 40% y la otra el 20%. Con esta estimación, el billete del tranvía costaría 0,82 euros con tarjeta de consorcio, el mismo coste que el “metro” de Granada, Sevilla o Málaga.

Tras este acuerdo, todo quedaba pendiente de la auditoría por parte del Ayuntamiento que evalúe el estado de conservación del tranvía tras todo este tiempo parado y determinar en qué medida se ha degradado la infraestructura y cuánto costará reponerla a su estado inicial.

Y aquí puede venir un nuevo obstáculo que impida que este tranvía varado desencalle y comience a circular. El pasado lunes el alcalde anunció con tono optimista los resultados del estudio realizado por una ingeniería y aseguró que la infraestructura está «en buenas condiciones» y que «apenas ha sufrido actos vandálicos», aunque reconocía que algunos elementos se han estropeado por la falta de uso y los siete años transcurridos desde su construcción.

Y pese al tono optimista del alcalde, el resultado del estudio es que el coste estimado para su puesta a punto sería de 2,1 millones de euros y unos seis meses de trabajos, por lo que todo hace indicar que será imposible que se pueda poner en marcha antes de finales de año, si es que finalmente alguien asume estos costes de reparación.

Seguiremos atentos al desenlace, pero la tortuosa historia de este tranvía debería servir de ejemplo a nuestros gestores. Deberían extraer al menos un aprendizaje: Este tipo de infraestructuras deben realizarse contando con el máximo consenso entre todos los partidos (que luego vienen las elecciones, cambian los alcaldes y pasa lo que pasa), con estudios serios de costes y viabilidad y hay que tener claro antes de comenzar a construirlos quién va a asumir la construcción de la infraestructura y los déficits de su posterior operación. Y si todo esto no está muy claro, es mejor estarse quieto antes que construir tranvías varados.

Diego Jalón