La noticia ha saltado recientemente a los principales medios de comunicación nacionales y es tal su magnitud que se ha hecho un hueco en las portadas y en los telediarios e informativos de radio de las principales cadenas de toda España. Y es que, asómbrense, estamos hablando de un descomunal tapón de grasa e inmundicia de más de un kilómetro de longitud y se calcula que unas 1.000 toneladas, que está bloqueando la principal conducción de aguas residuales de Valencia, un colector de nada menos que cinco metros de ancho por 2,4 de alto.

Uno de los jefes de servicio que lleva 27 años trabajando en el Ciclo del Agua en el Ayuntamiento aseguraba a los medios no haber visto nunca una obstrucción de esta magnitud. Esta densa malla de toallitas húmedas es 10 veces mayor que la que está también causando grandes problemas en San Sebastián e incluso ocho veces mayor que la detectada en Londres, que hasta ahora se consideraba la mayor de estas obstrucciones, que se están convirtiendo en una plaga en ciudades de todo el mundo.

El Ayuntamiento de Valencia ha tenido que destinar una partida especial de 2,3 millones de euros y construir una máquina específica, dotada de poleas, motores y rastrillos para combatir la mole. Esta fue detectada en febrero y harán falta seis meses más de trabajos para eliminarla. La cloaca taponada recoge las aguas residuales de media Valencia y de parte de las acequias de la zona.

El problema que están generando las toallitas higiénicas es cada día mayor, y parece que de poco sirven las campañas publicitarias y de concienciación que están realizando distintas compañías de gestión del agua. Es un producto cuyo consumo ha crecido mucho en los últimos años y mucha gente se ha acostumbrado a tirarlas al váter, como si fuera una papelera. Algunos fabricantes ya han comenzado a buscar materiales que se desintegran más fácilmente y parece evidente que las autoridades tendrán que animar esta innovación tecnológica con normativas más estrictas porque la situación es muy grave.

Estos tapones en las redes de alcantarillado pueden acabar convirtiéndose en serios problemas ambientales si las aguas fecales no pueden recorrer su camino hacia las plantas de tratamiento y finalmente se vierten a ríos o costas, lo que es muy posible en algunos casos en función del diseño de la red de saneamiento. Muchos colectores cuentan con otros paralelos diseñados generalmente para absorber aguas pluviales en casos de fuertes lluvias o inundaciones. El bloqueo del canal principal puede hacer que las aguas fecales suban a estos niveles superiores y acaben en ríos y mares.

La máquina fabricada por el Ayuntamiento de Valencia irá cortando el inmenso tapón en porciones manejables, de 50 metros, para poder irlo extrayendo. Pero lamentablemente, parte del trabajo lo tienen que realizar buzos de forma manual, y se trata de un trabajo ciertamente desagradable e incluso peligroso por la estrechez del lugar en el que tienen que operar y por la presencia de gases.
En los últimos meses se suceden estos problemas, de mayor o menor alcance, por toda España. El de Valencia es un caso extremo, pero tiene la virtud de que ha llamado mucho la atención y está poniendo el problema en el foco de los medios.

Recientemente se han encharcado viviendas en Sevilla y se han registrado taponamientos y problemas en Madrid, Marbella, Huelva, o Bilbao. Y no solo en España. Además del caso de Londres, en Nueva York, se estima que se han gastado 18 millones de dólares (16,5 millones de euros) en los últimos cinco años en reparar los estragos. En Europa, la asociación que agrupa a las empresas de abastecimiento y saneamiento de 27 países (EurEau) sostiene que las toallitas generan un gasto de entre 500 y 1.000 millones de euros cada año, según un informe elaborado hace cinco meses.

Y estos gastos los acaban asumiendo los Ayuntamientos y las empresas de abastecimiento, es decir que en definitiva los pagan como siempre los ciudadanos a través de los impuestos y las tasas municipales. El Ayuntamiento de Valencia acaba de aprobar una reforma de su ordenanza de saneamiento en la que se prohíbe tirar al inodoro toallitas higiénicas que no sean biodegradables. Pero esto parece más bien un brindis al sol, ya que es imposible vigilar su cumplimiento. La solución tiene que llegar de un lado por dar mucha más información a los ciudadanos y porque los fabricantes dejen de poner “biodegradable” en las etiquetas de estos productos.

Pero ya hay quien aboga, y no parece descabellado, porque la Unión Europea Europea ponga en marcha cambios legislativos y normas técnicas para prohibir la venta de toallitas húmedas, productos de aseo personal o sanitarios que se presenten como desechables o biodegradables, cuando este proceso de degradación puede durar varios años.

Este es un problema global que afecta a los países desarrollados con altos niveles de consumo de productos cosméticos e higiénicos que se arrojan al inodoro sin mayores contemplaciones. Hay que ponerle solución urgente, ya que además de un gran gasto económico que consume valiosos recursos de los ayuntamientos, deriva en muchos casos en graves problemas medio ambientales. Esperemos que este récord de Valencia nos haga ver con claridad la dimensión del problema y que las autoridades, a todos los niveles, pongan los medios para darle una rápida solución.

Diego Jalón