La gestión municipal en Málaga tiene luces y sombras. Basta echar un vistazo a los datos del barómetro Osur de satisfacción de servicios urbanos para darse cuenta de que algo pasa. Casi todos los servicios obtienen un índice de satisfacción cercano a la media nacional, pero al mismo tiempo el número de ciudadanos insatisfechos se dispara. Además, los datos de 2018 empeoran con respecto a los del año anterior.

El modelo de gestión es complejo, ya que mientras algunos servicios los gestiona de forma directa el Ayuntamiento a través de empresas municipales, como el suministro de agua o el transporte público, otros se prestan desde empresas mixtas, como Limasa, que se ocupa de la limpieza viaria y la recogida de basuras.

Y como ya he comentado alguna vez en este blog, no hay un modelo mejor que otro, lo que hay son servicios que funcionan bien y otros que no. Unos que son sostenibles, rentables y mejoran la calidad de vida de los ciudadanos y otros que generan deuda, acaban en quiebra técnica y no cumplen con satisfacción su objetivo de servicio urbano.

En 2017, el servicio mejor valorado en Málaga fue el transporte público y este año ha sido el suministro de agua. Ambos se han situado siempre entre los mejor considerados por los ciudadanos. Por el contrario, la limpieza viaria y la recogida de basuras, son los peor valorados. Y, consideraciones políticas aparte, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, es sin duda un gestor con preparación (ingeniero agrónomo, sociólogo, especialista en desarrollo regional…) y con experiencia (lleva 18 años como alcalde y antes fue concejal y teniente de alcalde).

Málaga ha conseguido en los últimos años situarse a la cabeza de Andalucía. Es la primera ciudad de esta comunidad autónoma por índice de actividad económica, bastante por encima de Sevilla y a muchísima distancia del resto. Ha conseguido atraer turismo, cultura, industria, actividad empresarial y es una capital dinámica y con muchas expectativas de crecimiento. Y a esta trayectoria, algo habrán contribuido su alcalde y la anterior regidora, Celia Villalobos, ambos del Partido Popular.

De la Torre, un gestor preparado y con experiencia, ha demostrado que sabe identificar los problemas, los puntos débiles de su gestión, pero ahora habrá que ver si además es capaz de aplicar el tratamiento adecuado a la enfermedad.

Málaga es un polo de atracción turística, con un transporte público pionero en aplicar nuevas tecnologías de información a los ciudadanos en colaboración con la empresa privada y la Universidad. Es una de las ciudades que destacan en toda España por la iluminación navideña de sus calles más comerciales y cada año renueva y refuerza su apuesta en este sentido, aplicando además nuevas tecnologías para fomentar el ahorro y la sostenibilidad.

Pero de la Torre sabe que tiene un problema con la limpieza viaria y la recogida de basuras. Y estoy convencido de que quiere ponerle solución. Hace muy pocos días, ha anunciado y publicitado, convocatoria de prensa mediante, la compra de 66 vehículos nuevos para Limasa, la empresa mixta formada por Ayuntamiento, empresas especializadas en la prestación de servicios urbanos como FCC o Urbaser y otros inversores como Unicaja.

La inversión municipal en la nueva flota de Limasa asciende a 12 millones de euros y se va a aprovechar además para un cambio de imagen corporativa en la que el blanco sustituye al verde. Con estos vehículos se renueva el 20 por ciento de la flota y la intención anunciada por el consistorio es avanzar en la adquisición de nuevos camiones hasta renovar el cien por cien, aunque no ha precisado plazos ni cifras de inversión previstas.

Nadie puede dudar de la necesidad de esta renovación de la flota. Pero el cambio de color nos da una pista de la intención, por otra parte nada secreta, que hay detrás de este movimiento por parte del alcalde. De la Torre ha exigido a su partido poder municipalizar al 100% la empresa Limasa, como condición para presentarse de nuevo como candidato a las municipales y quiere además que esta municipalización se lleve a cabo antes de las elecciones. No le queda mucho tiempo.

Y por las características de la nueva flota de vehículos, todos dotados de GPS, se adivina otra de las intenciones del alcalde, la de aplicar, en la nueva compañía, el concepto de productividad a los trabajadores, que tendrán una parte de su salario condicionada al trabajo que efectivamente realicen. Y en este empeño por aplicar criterios de empresa privada a su futura nueva empresa municipal, el alcalde se está topando con un muro. Ni el comité de empresa acepta las condiciones, ni está claro que sea jurídicamente viable convertir a los empleados de Limasa en empleados municipales sin pasar por un concurso público, ni vincular su sueldo a resultados.

Es este un peculiar intento de municipalización, que no se parece a los que, a lo largo y ancho de la geografía española, quieren imponer ayuntamientos podemitas o socialistas apoyados por el partido morado en sus distintas versiones, confluencias o corrientes. Es peculiar porque lo quiere poner en marcha un alcalde del PP y porque no lo hace por motivos de ideología colectivizadora, sino seguramente con la intención de mejorar la eficiencia, la productividad y la calidad del servicio.

Pero creo que Francisco de la Torre se equivoca. Si lo que quiere es que Limasa funcione como una empresa privada, que exija productividad a sus trabajadores, eficiencia y ahorro de costes a sus gestores, lo razonable no es municipalizar la empresa sino privatizarla. Así cada cual podrá centrase en el papel que le corresponde y que ahora, en el formato de empresa mixta, ninguno puede cumplir con eficacia.

Una empresa privada que acuda junto con otras a la licitación que ponga en marcha el Ayuntamiento. Un ayuntamiento que no cargue a los malagueños con los costes de comprar camiones y vehículos ni de pagar sueldos y pensiones a los trabajadores. Un Ayuntamiento que cumpla con su papel de fijar las condiciones en las que se debe prestar el servicio y los estándares de calidad que se van a exigir. Y que fiscalice y vigile que se cumplan. Y unas empresas privadas que aporten su conocimiento, su desarrollo tecnológico, sus posibilidades de flexibilidad en función de las épocas de año con mayor y menor demanda de trabajo. Unas empresas que cumplan con criterios de eficiencia y buena gestión para ganar el concurso y prestar el servicio en las condiciones que el Ayuntamiento exija y que los malagueños se merecen.

Lo contrario, lo que pretende ahora el alcalde es inventar de nuevo una bicicleta que ya está inventada y suficientemente probada y que funciona muy bien allí donde se aplica correctamente, incluso en algunas ciudades con ayuntamientos socialistas, que con mucho éxito prestan sus servicios urbanos aplicando esta fórmula de colaboración público-privada en la que cada uno cumple con su papel natural.

Diego Jalón