La última iniciativa del Ayuntamiento de Madrid para mejorar el servicio de transportes, que presta con corrección y eficacia la EMT y así lo han reconocido los madrileños en el Barómetro OSUR, ha sido la de renovar la imagen corporativa de la empresa, que se ha dividido en seis submarcas.

A partir de ahora, cada uno de los servicios tendrá su propio logo y su propio color. Así le será más fácil seguramente a los ciudadanos distinguir los autobuses (que seguirán siendo azules) de las bicis (verdes). Y por supuesto no los confundirán con el Teleférico (en podemita magenta), ni con los aparcamientos (que irán en un sabroso mostaza) o la grúa (en agresivo naranja). Quedará el gris, triste y anodino, para la sección de consultoría, ese departamento desde el que la Empresa Municipal de Transportes de Madrid quiere exportar su conocimiento y experiencia al resto del mundo, poniendo a disposición de los operadores de transporte de otras ciudades su desarrollo tecnológico y su “savoir faire”.

Así que cada cosa de su color, en este reinventado parchís en el que a modo de recorrido unificador, todas las marcas emplearán un mismo eslogan, “Nos mueve Madrid”, para que quede claro que no es otra cosa lo que mueve a los gestores municipales. Madrid y nada más. Es la forma, dice la concejala de Medio Ambiente y Movilidad, Inés Sabanés, que los responsables municipales han encontrado para describir “la vocación de mover personas que la EMT tiene desde su nacimiento en 1947”.

Pues eso, que hasta aquí todo claro. Los colores para distinguir cada cosa y la nueva imagen con su correspondiente claim, que hace chic y da buenas sensaciones, de mejora, de cambio, de modernización. Lo que viene siendo una mano de pintura. Claro que igual a alguien le puede resultar menos chulo cuando sepa que este barnizado policromado nos ha costado a los de siempre, a los contribuyentes, un millón de euros. Que no es mucho, ¿pero a cambio de qué?

Al presentar toda esta renovación estética, la ya mencionada Inés Sabanés y el gerente de la EMT, Álvaro Fernández Heredia, se han apresurado a explicar que podría haber sido mucho más caro, por supuesto, y que el anterior cambio de imagen realizado por el Ayuntamiento, entre 2008 y 2012 costó cuatro millones. En aquella ocasión lo que se hizo fue poner junto al escudo del oso y el madroño un «madrid», así en minúsculas, pero entre exclamaciones. «¡madrid!», que no se pasa de poblachón manchego a metrópoli si alzar la voz.

Además, y esto no pueden evitarlo los actuales gestores madrileños cada vez que tienen ocasión, explican que ha salido mucho más barato porque no se ha encargado a una empresa privada, la encarnación del mal sobre la tierra. Lo ha diseñado el propio departamento creativo de la EMT.

O sea que la EMT tiene un departamento creativo, que cada ocho o diez años, según sea, reinventan la imagen y los colores de la marca y esto resulta más barato que si lo hace una agencia especializada. Miedo da pensar en qué andarán en los intermedios. Suponemos que el grueso de los costes, que son los de aplicar la nueva marca y color corporativo a 2.050 autobuses, 2.028 bicicletas, 90 grúas, 80 cabinas de teleférico, unos 200 vehículos auxiliares y de servicio, 5 cocheras, 20 aparcamientos, 7 depósitos de grúa, 165 estaciones de bicimad y 9.000 uniformes de todo el personal, es lo de menos. Lo importante es que se ha hecho el diseño “con recursos internos”.

Así que ya tenemos nueva imagen para la EMT, nuevos colores y nuevo “claim”. Y con todo esto, pues ya somos más como los europeos del resto de Europa y además más listos, porque a nosotros nos sale más barato al hacerlo con recursos internos. Quizá solo echamos de menos en esta ocasión que no se haya convocado una consulta popular para elegir los colores, que igual hubiese salido una paleta más divertida que la de Inés Sabanés.

Diego Jalón